¿Cómo se produce el ingreso de personas a estas agrupaciones? El desencanto con la vida promueve la integración a nuevas opciones, en busca de una nueva identidad.
Los acontecimientos pasados vinculados al episodio de la muerte de un recién nacido, en lo que se ha denominado la “secta de Colliguay”, vuelven a reabrir un viejo debate. ¿Posee una carga valórica el concepto de “secta”? ¿Existe un tratamiento correcto por parte de la sociedad, y específicamente de los medios de comunicación, hacia este tipo de movimientos? La discusión sobre el fenómeno de las sectas es de larga data. Importantes investigadores han debatido acerca de este término, que históricamente ha sido utilizado de manera prejuiciosa como sinónimo de agrupación pagana, peligrosa o delictual. Sin embargo, etimológicamente el vocablo “secta” posee la raíz latina secare/sectare, entendida esta como “cortar”, “separar”, “trozar” o “desgajar”, la que se emparentó con la terminología griega hairesis, de donde nace el concepto de herejía. Esta relación es fundamental para comprender el tratamiento negativo que reciben habitualmente los miembros que se apartan del tronco religioso-histórico y que es, a su vez, reinterpretado libremente por el resto de la sociedad. Otra variante en la raíz de secta es sequor-sequi, secutus/secuta,2 la que haría referencia a “seguimiento” y se relacionaría con la idea de seguir a un líder.
Si bien en su raíz latina secare/sectare, solo nos habla de separarse o apartarse de algo, las interpretaciones tendieron en el tiempo a cargar negativamente el concepto, al punto de que en la actualidad resulta discutible que lo sigan empleando las investigaciones en ciencias sociales. Es por ello que consideramos la denominación Nuevos Movimientos Religiosos (NMRs), como un intento pluralista y respetuoso para tratar agrupaciones que se encuentran al margen de lo socialmente reconocido.
Considerando la diversidad de cultos y tradiciones religiosas, Champion3, postula la idea de una “nebulosa místico-esotérica” en la sociedad contemporánea, que comprende tanto a nuevas corrientes religiosas como a diversas prácticas con raíces ancestrales. Esta “nebulosa” posee, de acuerdo a esta autora, siete características fundamentales. Entre ellas, destaca “lo experimental”, que alude a que cada individuo a través de sus vivencias y experiencias debe ser capaz de distinguir y elegir las opciones correctas para mejorar su vida, en lo cual el “hacer y practicar” es parte del aprendizaje espiritual. La adscripción a un grupo determinado puede llevar a “la transformación de uno mismo”, pues la persona puede ser seducida por una “ética del amor” que asegura un comportamiento moralista y justo, pudiendo ser liderado por un sujeto “carismático”, capaz de ofrecer métodos para alcanzar la “salvación” soñada, promoviendo una “concepción monista del mundo”.