“ (…)siempre debe existir un lugar para que profesores y profesoras propongan caminos y estrategias para enseñar la historia, pero dada la densidad temática y emocional del tema del golpe y la dictadura, pareciera que estamos en un momento que requiere un compromiso curricular y educativo más explícito”. Enseñar la historia reciente suele ser más difícil que enseñar el pasado remoto. Es paradójico. A pesar de que contamos con muchas más fuentes y testimonios, la historia reciente está teñida por una cercanía emocional que pareciera incomodar a los profesores y profesoras y a la escuela. Más aún cuando este pasado está cruzado por el dolor y por experiencias de violencia extrema. La pregunta que surge entonces es en qué lugar de la sociedad los niños, niñas y jóvenes pueden participar de una reflexión conjunta que les permita entender su tiempo y, a la vez, comprometerse con la construcción de una cultura de respeto a los Derechos Humanos. Pareciera que a 40 años del golpe de Estado, la escuela chilena aún no se constituye como un espacio relevante al respecto.