Esto nos podría llevar parafraseando el concepto de Avishai Margalit de sociedad decente (aquella que propende a no humillar a nadie en un armónico equilibrio de libertad y justicia) entre fútbol decente e indecente, ya que mientras la poderosa Bundesliga alemana distribuye su riqueza, al igual que lo hace su sociedad amparado en un Estado fuerte y distributivo, el fútbol español hace gala de sus
Lo vivido esta semana en la Liga de Campeones de Europa, es sin duda, el más fiel reflejo de lo que he venido sosteniendo con cierta periodicidad a través de este medio. El fútbol es una manifestación cultural de la sociedad que lo practica, y los sorpresivos triunfos del Borussia Dortmund y Bayern Munich sobre los mediáticos Barcelona y Real Madrid ponen en escena maneras distintas de vivir y concebir este popular deporte.
Azarosamente el enfrentamiento profundo que se produjo entre los cuadros españoles y alemanes fue entre dos modelos opuestos entre sí. Si bien, hay diferencias entre el republicano Barcelona y el franquista Real Madrid, ambos clubes viven de compras súper millonarias, aferrados a un marketing global que les permitan llenar sus arcas para sostener sueldos y primas incalculables para un ciudadano medio, mientras parte significativa de los trabajadores españoles padece la cesantía.
En cambio el fútbol alemán vive en una estructura absolutamente socialdemócrata, acorde a su cultura de Estado de Bienestar. Es cierto, también hay importantes diferencias entre el corporativo Bayern Munich y el popular Borussia Dortmund, pero ambos se desenvuelven en una estructura deportiva que tiende hacia la igualdad entre sus miembros, y en limitar el poder del inversionista privado.
Partamos del hecho que por ley la propiedad de los clubes debe ser del 51 % de los propios socios, (Borussia 90 % y Bayern 70 % aproximadamente), y que los clubes están obligados a invertir parte importante de sus ganancias en proyectos formativos. Las ganancias de la Bundesliga se distribuyen con un criterio equitativo, apoyando a los clubes pequeños para asegurar su subsistencia y permitir que cumplan sus obligaciones financieras, especialmente con sus trabajadores, y todo esto cuidando que las entradas a los estadios no supere los 20 dólares (aproximadamente $ 10.000).
Esto nos podría llevar parafraseando el concepto de Avishai Margalit de sociedad decente (aquella que propende a no humillar a nadie en un armónico equilibrio de libertad y justicia) entre fútbol decente e indecente, ya que mientras la poderosa Bundesliga alemana distribuye su riqueza, al igual que lo hace su sociedad amparado en un Estado fuerte y distributivo, el fútbol español hace gala de sus clubes multimillonarios llenos de cracks extranjeros, de espaldas a su población que de manera masiva sufre las consecuencias de una crisis de la economía de mercado.